Luego de convalecer 18 días en un hospital, la mañana de ayer Maximiano Hernández Castillejos dejó de existir, víctima de la diabetes, que le derivó en una enfermedad renal.
Hernández Castillejos fue el fundador del grupo de exploradores Pañuelo Rojo, quienes fueron los primeros en explorar el Cañón del Sumidero, en 1960.
Maximiano Hernández nació en San Fernando 17 de septiembre de 1923. Teniendo seis meses de nacido sus padres, Aristeo Hernández y su madre Francisca Castillejos deciden venir a vivir a Tuxtla Gutiérrez. Él era el más pequeño de siete hermanos.
De temple serio y buena conversación recibió de sus padres una educación tradicionalista, acorde a la época. Joven que gustaba mucho de hacer deporte y era fanático de la cacería.
La mayor parte de su vida residió en el barrio San Jacinto. Sus estudios de primaria los realizó en la escuela Camilo Pintado, al terminar ingresó a la extinta ICACH, donde no logró concluir por que no le gustaba una materia.
Después ingresó a la escuela Normal Rural del Estado, ahí por su buen comportamiento y buenas calificaciones lo becan, recibía 15 pesos mensuales. En 1935 se gradúa como maestro rural. Recién había cumplido los 16 años.
En esa época no pudo desempeñarse como docente por su corta edad, lo que lo obligó a buscar otra forma de ganarse la vida. Es así que ingresa como empleado en la empresa Wilys, pionera de en el ramo automotriz en el estado. Ahí aprende el oficio de mecánico automotriz.
Su afición a la cacería la compartía con excursiones por el cerro del Sumidero, en compañía de su sobrino Rodolfo chato Castillejos y su amigo chihuihui. Esa afición los lleva a formar un pequeño grupo de expedicionarios, que de a poco se internaban en el coloso de piedras.
En 1956 se casa con Zoila Paz Chacón con quien procrea cuatro hijos, María Guadalupe, Lucía Guadalupe, Maximiano y Zoila Natividad, de apellidos Hernández Paz. María Guadalupe fallece momentos después de haber nacido.
Él es quien crea y bautiza al grupo de exploradores como Pañuelo Rojo, quienes fueron los únicos que lograron explorar. De esa hazaña ningún gobernante le logró dar reconocimiento alguno.
EL RECUERDO DE SUS HIJAS
Era tan buen cazador que lograba matar venados con un solo tiro en la frente, decía que habría que aprovechar la mayor parte de la piel y de la carne, recuerda entre sollozos, Lucía Guadalupe y Zoila Natividad.
Era un señor muy estricto, pero muy trabajador, que solía contar en repetidas ocasiones la travesía por el cañón. Nos educó de manera tradicional, no era muy dado a dar muestras de cariño, pero nos quería mucho, acotan.
Como maestro y padre fue estricto, era aficionada a la cacería y a la fotografía, muy deportista, solía llevar de excursión a sus hijos y alumnos. Nosotros caminamos los cerros de Tuxtla con él, nos enseñó a cazar conejos con reportera, señalan.
Para nosotros fue como un héroe, fue lo máximo como padre y maestro, queremos que se le recuerde como era un hombre serio, noble, excelente ser humano. El cuerpo no será cremado pues su voluntad era que se lo comieran los gusanos.
MARTÍN PÉREZ CHAMÉ, LO RECUERDA
Se fue uno más, dice y suspira, mira el féretro. Me siento muy triste, siento en el corazón esa gran tristeza, ahora sólo quedamos tres. Don Martín fue integrante de Pañuelo Rojo y hasta la tarde de ayer era el único de los sobrevivientes que había llegado a la velación.
La última vez que los ocho se reunieron fue en el 40 aniversario de la hazaña, el 8 de abril de 2000, el alcalde Francisco Rojas, les realizó un homenaje, les develó una placa en el Cañón del Sumidero. Es el único que nos ha hecho un reconocimiento, nos regaló 5 mil pesos, dice.
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